El reloj de mi amigo ateo

No hace mucho que un amigo escultor ensambló un reloj de pared con fichas de dominó en la posición de las horas.

La pieza de mi amigo

La forma cuadrada y el tamaño de este artículo de segunda mano ofrecía el espacio justo para acomodar las fichas que dispuso en forma de círculo, usando dos para las horas cardinales, y sencillas para las demás.

Así se convirtió en una pieza única y cuando compartí el mensaje con una estudiante de diseño, lo celebró mucho.
Sin embargo al día siguiente lo regaló a un empresario de Miami. La ocasión sirvió de motivo para una segunda foto en la que el nuevo dueño posa, habano en boca, con el presente en sus manos.

En la mañana del día de hoy, que sería el tercero desde la creación, me llamó temprano:

_”Le regalé el reloj a Robertico”_empezó a decirme después del saludo habitual._”Me dió pena, porque…“
_”Estás jodido caballo”_lo interrumpí con esta frase-convenio que entre nosotros significa: ya me lo contaste.

Al momento corrigió el rumbo diciéndome que estaba sorprendido al descubrir que sin proponérselo había usado dobles para formar las horas 3,6,9 y 12. Aproveché entonces para recordarle que solo había actuado dejándose guiar por el orden universal e invisible que lo rige todo, con el que es necesario estar en armonía. Lo llaman sentido común, lógica; pero sobretodo: Ley de Dios.

_”Es la base de tiempo universal con la que tenemos que sincronizar nuestras acciones, pensamientos y relojes internos” _dije

_”Es verdad”_me respondió y por primera vez en cuarenta años escuché de su boca un reconocimiento auténtico de la existencia de Dios y recordé aquello de que no solamente la Biblia es necesaria para encontarlo.

A esta perfecta estructura invisible es a la que por naturaleza pertenecemos todos. Tan frágil es al mismo tiempo, que se rompe con el bolígrafo que en nuestro bolsillo abandona la ventanilla de la oficina donde antes estaba o con falsedades pronunciadas al descuido. Y se describe también así, poéticamente, como Sabiduría, en el libro de los Proverbios capítulo ocho: “Mas quien pecare contra mí, dañará a su propia alma. Todos los que me aborrecen a mí, aman la muerte”

La materia se organiza de manera similar, entorno a un concepto universal, causa de que con justeza se le llame a este principio “Creador del Cielo y de la Tierra”.

Pero nosotros, en el tránsito frugal de estos aproximadamente 75 años que compartimos en la tierra, tenemos la opción de ser parte de la superficie calma de este lago espiritual, a imagen y semejanza, o de lo contrario y por la libertad con la que fuimos dotados, crear en ella perturbaciones en ocasiones tan amplias que cuesta reconocer la mano de Dios detrás del caos provocado.

Mas la deformidad es siempre temporal y oscila como péndulo alrededor de un estado original de equilibrio que más tarde o temprano se restaura. Cierto que mediante procesos más o menos violentos y prolongados, en dependencia de la corrección necesaria.

“No rehuses, hijo mio, la corrección del Señor; ni desmayes cuando Él te castigue. Porque el Señor castiga a los que ama, y en los cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre en sus hijos” ( del capitulo 3 del mismo libro de los Proverbios )


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